Muere el director de orquesta Neville Marriner

Muere el director de orquesta Neville Marriner

Lo conocía todo aficionado a la música clásica y seguro que muchos tienen más de un disco suyo por casa. Sir Neville Marriner (Lincoln, 1924 – Londres, 2016) era historia viva de la música británica. Un violinista inglés que formó una orquesta de cámara hace casi sesenta años, la Academy of St.-Martin-in-the-Fields (ASMF), y se convirtió en uno de los músicos más prolíficos de toda la fonografía. Más de 600 discos con unas 2.000 composiciones diferentes; una marca quizá solo superada por Karajan. Pasó del atril de concertino al podio de director tardíamente, pero todavía seguía en activo batuta en mano. Su vitalidad, frescura y humor contradecían su edad. Pero el milagro lo obraba la música a la que sirvió hasta el final. Falleció en la madrugada de ayer, a los 92 años, dos semanas antes de su próxima actuación en Ibermúsica.

Con Marriner desaparece una forma hedonista de entender la música clásica, al margen de criterios historicistas o de instrumentos de época. Un sonido tradicional, pero de gran elasticidad, calidad y belleza. Tras formarse como violinista entre Londres y París, en los años previos y posteriores a las Segunda Guerra Mundial, trabajó como profesor del Royal College, hizo música de cámara o colaboró con el clavecinista y musicólogo Thurston Dart. En 1956 se convirtió en principal de los segundos violines en la London Symphony y tocó bajo los principales directores del momento: Furtwängler, Stokowski, Krips, Cantelli o Monteux, que sería también su maestro. Colaboró incluso con la Philharmonia Orchestra en alguna ocasión especial, como en 1952 para tocar las sinfonías de Brahms bajo la dirección de Toscanini.

A partir de 1958 comenzó a juntar en su casa de Kensington a doce compañeros de la London Symphony. Del placer de hacer música juntos surgió la famosa orquesta de cámara, inicialmente sin director, que tomó su nombre de la iglesia anglicana londinense situada en una de las esquinas de Trafalgar Square donde actuaba. Con ella inició a mediados de los sesenta una importante carrera fonográfica en el sello Argo (Decca) y después en Philips y EMI. Desde Corelli hasta Tippett, pasando por los conciertos de Haendel, las sonatas de Rossini o composiciones de Bartók, Schönberg o Stravinski, su impresionante legado incluye algunas rarezas inolvidables, como su grabación de la Tercera sinfonía de Ives en 1976. De todas formas, su registro más popular fue la banda sonora en 1984 de la película Amadeus, de Milos Forman, con una selección personal de composiciones de Mozart. Dejó el testigo de la ASMF en 2011 a otro violinista, Joshua Bell, que como él había iniciado el salto desde el instrumento al podio.

En 1968 se volcó en una tardía carrera como director de orquesta tras abandonar la London Symphony. Fue principal responsable musical de la Orquesta de Minnesota o de la Radio de Stuttgart, pero también fundó las orquestas de cámara de Los Ángeles y Australia. Desde 1973 mantenía una estrecha relación con España, después de presentarse ese año en Ibermúsica con la ASMF, donde ha actuado en 55 ocasiones hasta 2014. Pero su vínculo más estrecho y duradero fue con la Orquestra de Cadaqués, de la que era desde 1992 Principal Director Invitado. Deja un heredero musical, su hijo Andrew que es el primer clarinete de la London Symphony, y con quien ha realizado varias grabaciones inolvidables como el concierto de Gerald Finzi.

Fuente: cultura.elpais.com



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